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Nuestro territorio se encuentra entre dos ramas de la Cordillera Ibérica, la Occidental o Castellana y la Oriental o Aragonesa. Entre ambos sistemas montañosos queda la una alargada depresión por la que discurre el río Jiloca que organiza 3.050 k2, las Comarcas del Jiloca y Campo de Daroca.

 

Contamos con un diverso conjunto de unidades de relieve, Sierra Menera al oeste, hacia el norte los páramos de Torralba de los frailes y Aldehuela de Liestos que cierran la cuenca del río Piedra, los campos de Bello y Used los cuales crean una gran cubeta endorreica en cuyo fondo se encuentran varios humedales, entre ellos la gran Laguna de Gallocanta, separada del Valle del Jiloca por la Sierra de Santa Cruz.

 

El Valle del Jiloca divide claramente el territorio en dos áreas muy definidas, el sur, donde se ensancha y forma las planicies de los Llanos de Monreal del Campo hacia los Altos de Singra, conforme el río sigue su curso hacia el norte se va estrechando conformando una angosta vega que se prolonga hasta los estrechos de Murero.

Hacia el este queda colgado sobre el valle el amplio altiplano del Campo de romanos, llanura que se extiende por el norte y el este hacia la rama aragonesa de la Cordillera Ibérica, sierra Modorra, la del Peco la de herrera, la de Cucalón y la de Pelarda, compleja zona montañosa donde nacen o toman sus aguas los ríos Huerva, Martín o el sistema fluvial del Aguas Vivas.

 

Su pertenencia a la cordillera Ibérica, le confiere una cierta amplitud en el rango de altitudes, comprendido entre los 670m del río Huerva en Herrera de los navarros o los 690 de Murero, a los 1.603m del Mote de San Ginés en Peracense, los 1.588m del monte Atalaya en Sierra Menera o los 1.510m de Pelarda en Fonfría. El 88,93%  de nuestro territorio se sitúa a más 900m de altura sobre el nivel del mar.

 

El clima tiene una influencia decisiva en los ecosistemas terrestres y por tanto en su avifauna. Considerando los valores medios anuales de temperaturas (9,5º y 12,5º) y precipitaciones (380mm – 550mm) puede considerarse en conjunto como de montaña media mediterránea continentalizada. Territorio conocido por sus temperaturas mínimas, coinciden en los meses de invierno, que son largos y fríos, son habituales las temperaturas mínimas inferiores a -10º C y más esporádicas las de -20º y las heladas que se suelen dar en las zonas de mayor altitud.

 

La escasez de precipitaciones es otro rasgo climático fundamental debido a la sombra pluviométrica ejercida por los macizos montañosos próximos. Las precipitaciones se concentran en primavera y otoño, si bien son frecuentes las tormentas estivales. Predomina es la lluvia y las nevadas invernales son muy escasas.

 

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Contamos con una gran diversidad de paisajes vegetales condicionados por la latitud, la continentalidad, la variación altitudinal, la geología característica, contamos con suelos ácidos y básicos, y los factores ambientales locales. Pero sobre todo la influencia de nuestra especie, ha modificado todos los sistemas ecológicos de forma que podemos hablar de paisaje cultural. Los ecosistemas forestales han visto reducida su extensión y modificada su estructura y funcionamiento, siendo suplantados por eriales, pastizales y matorrales. Otra parte transformados en ecosistemas agrarios de carácter artificial.

 

El marojo (Quercus Pyrenaica) se integra con  el rebollo (Quercus Fagynea), así se conoce al quejigo en el sur de Aragón, aunque los estos  conforman sus propias comunidades en áreas montañosas menos secas.

 

La carrasca (Quercus Ilex) se extendería por zonas más secas, es el bosque autóctono más extendido y representativo por ser capaz de adaptarse con éxito al riguroso clima. La Sabina albar (Juniperus thurifera) es la única conífera autóctona capaz de formar bosques en estas comarcas con indudable interés ecológico aunque no sean muy extensos. El mejor estructurado y más extenso es el sabinar de Rubielos de la Cérida y los de Olalla y El Villarejo con ejemplares espectaculares.

 

Los pinares han sido plantados durante todo el Siglo XX en nuestro territorio con fines de corrección hidrológica. Son “cultivos forestales” vulnerables ante el clima extremo y la competencia con otras especies autóctonas.

 

La temprana puesta en cultivo de las vegas por el ser humano transformó los bosques de ribera introduciendo especies forestales como el álamo, la noguera, el sabimbre o los chopos canadienses. Un específico sistema  de tratamiento forestal de los chopos permitió obtener gruesas ramas que evitaba nuevas plantaciones y aseguraba el diente al ganado. Estos árboles, los chopos cabeceros, forman un elemento básico e identitario de las comarcas del Jiloca y Campo de Daroca, el valle del Pancrudo es un ejemplo impresionante de este bosque de ribera.

 

El cuantioso afloramiento de agua en ciertos enclaves originan manantiales como los Ojos de Monreal, Caminreal o Fuentes claras en los que prosperan el carrizo, la anea y otras especies que soportan el encharcamiento. También se crean pequeñas lagunas como la de Guialguerrero (Cubel) o la de Carabejas (Torralba de los Sisones)  y un caso especial como es la laguna de la Zaida, que se alimenta de arroyos y tiene un régimen de inundación artificial.

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UNA INSOSPECHADA RIQUEZA ORNITOLÓGICA

A partir de los estudios y de las observaciones realizadas por investigadores y naturalistas aficionados durante los últimos treinta y cinco años en las comarcas del Jiloca y del Campo de Daroca se ha registrado la nidificación de 148 especies de aves. De ellas, 135 lo hacen (o han hecho cuando las condiciones del medio eran adecuadas), mientras que 13 de ellas crían o han criado de una forma esporádica o muy irregular. Este hecho está muy relacionado con que la Laguna de Gallocanta mantenga niveles altos durante periodos prolongados lo que favorece la reproducción de ciertas especies de aves acuáticas. No están incluidas cinco especies más que lo hacen en territorios próximos con hábitat similares o de los que hay observaciones en época apropiada pero no se ha llegado a confirmar.

 

En buena medida influye la presencia de la Laguna de Gallocanta, uno de los humedales más extensos y singulares de la península Ibérica, ya que ofrece un hábitat apropiado para la cría a una notable variedad de aves propias de estos ambientes. Por otra parte, las sierras de estas comarcas, si bien no ofrecen ni altitudes ni variaciones de relieve notables presentan condiciones adecuadas para que consigan criar algunas especies propias de áreas más norteñas debido al papel de corredor biológico que ejerce la cordillera Ibérica. Por otro lado, la escasa población humana en buena parte de estas comarcas reduce la presión sobre los ecosistemas y ofrece condiciones de una cierta naturalidad.

 

La riqueza específica de la avifauna nidificante en las Tierras del Jiloca y Gallocanta se aproxima a la de territorios más extensos y con mayor variedad de ambientes.

 

Además, en el Jiloca y el Campo de Daroca hacen su presencia a lo largo del ciclo anual 66 especies de aves más durante los pasos migratorios o durante el periodo invernal al no ser reproductoras en la zona. Hay que añadir observaciones de otras 33 especies que resultan accidentales o muy poco habituales. Es decir, se ha registrado la presencia de un total de 253 especies de aves.

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